INTRO de la INTRO
Buenas, humanas y humanos (que igual alguno también me lee)
Aquí una cosa que quería hacer desde hace tiempo. Primero honrar al blog como se merece y luego darle rienda suelta a mis ganas de escribir porque, algunas veces, la síntesis de las redes me agobia y a mí me gusta explayarme.
La cosa es que tampoco tengo muy claro los temas que voy a tratar, al menos no todos. Supongo que, como hago ya desde mi Instagram, voy a improvisar. A veces me meteré en jardines, otras veces estaremos todos de acuerdo y, espero que muy pocas veces, seré un coñazo (o debería decir un rollo?? aunque a mí coñazo me parece guay)
Total, mañana es 8M y me he acordado de un trabajo que hice en primero de carrera hace cosa de 12 años y os lo voy a cascar enterito. El principal motivo es que no quiero que se pierda, luego también que creo que os puede gustar y lo último es que le viene al pelo al día.
Así que, disculpad cualquier errata o expresión con la que no estéis de acuerdo a mi yo del pasado y dadle un abrazo a IN_Cómodas, un estudio sobre la moda-represión femenina a lo largo de la historia. A disfrutarlo… o lo que sea

Introducción
La mujer ha sido sometida durante siglos a normas sociales y culturales establecidas por una sociedad fundamentalmente machista. La mayoría decidió acatarlas sin rechistar, bien fuera porque siempre había sido o por miedo a las reacciones que provocarían a su alrededor (teniendo en cuenta que quienes han conseguido modificar las leyes y han sido precursoras en las libertades de que hoy gozamos, han sido primordialmente bailarinas, artistas de teatro…mujeres mal-llamadas “de vida alegre”, mujeres que lograron ir imponiendo nuevas estéticas y encaminarnos hacia nuevas y, en mi opinión, mejoradas formas de relación social). Por otro lado, estas mismas mujeres, sumisas cara a la sociedad y en un papel no entendible sin un hombre del que “depender” eran las mismas que se encargaban de prejuzgar la moralidad y el saber estar de las demás mujeres, entre ellas y las más perjudicadas se encontraban las que más tarde les darían un poquito más de libertad ya sea despojándose de objetos opresores como exigiendo derechos que les pertenecían, que nos pertenecen.
Las mujeres hemos sido consideradas durante la historia como triviales, superficiales, banales e incluso malvadas; hemos de estar enormemente agradecidas (espero se detecte el tono irónico) al cristianismo, religión oficial del Imperio Romano a partir del siglo IV que, al separar rígidamente el sexo del corazón, se convertirá en fanática perseguidora de los placeres sensuales. Así, la religión nos ha dado frases tan memorables como esta: “Mujer, eres la puerta del Diablo, consigues lo que el demonio no se atrevería a intentar. Por tu culpa tuvo que morir el hijo de Dios; deberías ir siempre vestida de duelo y de harapos.”
No puedo resistirme a mencionar otra gran frase que he tenido el placer de poder leer durante mi investigación, me remito a un tratado de 1740: “Aunque sus hijos se estén muriendo de hambre, les quitará la comida de la boca para alimentar su insaciable deseo de lujo. Obtendrá sus trajes de seda a cualquier precio.”
En su libro Orlando, Virginia Wolf describe como se hinchaban los muebles en la última década victoriana. Muebles, objetos, ropa de cama y mesa rellenaban los escenarios de el barroco tardío, última década de siglo…muebles y mujeres evolucionaban juntos. Esto refleja claramente la idea de mujer, no como ser humano al mismo nivel que el hombre, sino como una más de las posesiones.
Uno de los “objetos opresores” más representativos y conocidos es el corsé, ejemplo perfecto de la disciplina, corporal en este caso, a la que se sometían las mujeres durante el siglo XIX. No podemos quedarnos en la obviedad y definir el corsé como una mera prenda con la que se conseguía esa cintura que por aquel entonces estaba “de moda”, era también una forma de reprimir, controlar y subyugar al género femenino. Esta subyugación ha ido evolucionando a lo largo de la historia hasta nuestros días en que, en lugar de aquel corsé de ballenas, pretendemos un cuerpo perfecto mediante ejercicio y dieta, a veces llegando a enfermar. El actual corsé femenino es de músculos en lugar de ballenas, nos sometemos a operaciones ya sea para eliminar arrugas, aumentar o disminuir volumen en determinadas zonas…y todo ¿para que?.
Luís G. Berlanga explica que “…esta sumisión a un gusto ajeno suele entrar en el juego víctima-verdugo, relación que algunas mujeres, pocas, pueden llegar a aceptar y que las obliga a ser portadoras forzadas de objetos eróticos que representan una cesación de su orgullo.”
DESARROLLO
Remontemonos en la historia hasta unos 1600 años a.C.. En el museo histórico de Creta encontramos a nuestra dama: “La Parisina”:
“La ligereza de su porte fue la culpable de su posterior cambio de nacionalidad. Se nos muestra con un ceñido corsé que enmarca su talle de avispa y deja al descubierto los senos (como todos los corsés por otra parte). Faldas de volantes ahuecadas por círculos de metal, como si de un futuro miriñaque se tratara, surgen del talle y bajan hasta el suelo. Con sus dos culebras en ristre, nuestra bella helena, tiene tal pícara expresión que parece comerse el mundo. Sabe que está marcando, y de una vez para siempre, el cánon femenino al que distintas modas volverán religiosamente una y otra vez.”
Escogiendo esta imagen como principio para el desarrollo del tema, veremos reflejado como una y otra vez, de una forma u otra, a lo largo de la historia la mujer siempre vuelve a esa imagen que, cambiada de nacionalidad (como muy bien dice el texto) reúne en una sóla los cánones de belleza femeninos y los instrumentos “de tortura” que utilizamos para conseguirlos. Ya sea estos cánones, según la época, reafirmantes o atenuantes de la silueta femenina, más o menos sexuales o sensuales, con curvas o sin ellas, con cintura de avispa o encumbrando la maternidad…
En las civilizaciones antiguas, no se distinguía tanto entre la ropa femenina y la masculina, por tanto no podemos hablar de un vestuario opresivo para la mujer, al menos en términos tan claros como sucederá luego. Aún así, las características del vestuario si obligaban a la mujer a llevar la cabeza tapada o permitían distinguir si estaba casada o no, e incluso si era prostituta. ¿Por qué no ocurría lo mismo en el caso de los hombres?
Es en el medievo cuando asoman las primeras señas de lo que, a mi modo de ver , fue durante siglos la tiranía de la moda. Las mujeres vestían con ásperos tejidos, creando una silueta en forma de ese (luego se repetirá durante la Belle Epoque) consistente en: cabeza inclinada hacia delante, pecho oculto, cadera y cintura proyectada hacia delante, todo esto acompañado de cinturones enmarcando el talle y aumentando el efecto de mini-cintura. Pero, no podemos obviar en esta época el tema de la ropa interior. La lencería consistía en una especie de corpiño suave, de lino o algodón, que ni siquiera podían quitarse en las ocasiones de los baños. Iban acompañadas en ocasiones de un agujero colocado estratégicamente con la finalidad de que el marido pudiese ejercer sus derechos, son las “chemises à trot” que a la vez iban acompañadas de bordados al estilo “Dios lo quiere”. Además del hecho de que hoy en día sería extrañísimo ver a un marido “ejerciendo sus derechos” frente a su mujer completamente vestida, creo humillante el hecho de que exista un vestuario adecuado para que el hombre pueda acceder fácilmente a “sus derechos”, reduce a bajo mínimos toda posibilidad de placer femenino y lo convierte en lo que debía ser en la época, un modo de desahogo masculino reduciendo a la mujer a un mero objeto; aunque claro, la religión no contempla con buenos ojos el placer sexual, sólo como forma de procrear en caso masculino y, en mi opinión, en ningún caso en el femenino; si el hombre hace el pecado, parece menos pecado.
En contraste con la Edad Media y con su ocultación de los pechos (como símbolo del pecado, en mi opinión), hacia el siglo XIV comienza una moda de engrandecimiento de la sexualidad y en la que se comienzan a destacar esas partes antes ocultas. Los hombres empiezan a realzar su figura con un braguero móvil. Mientras, para la mujer se pone de moda los talles altos, infinitos escotes y un increíble culto a la maternidad : las mujeres conseguían el efecto barriga de embarazada mediante saquitos rellenos que se ajustaban a la cintura, ¿verdad que no parece nada cómodo?. Seguramente era una forma de realzar su fertilidad y así atraer más al sexo opuesto o, quizás simplemente surgió de la necesidad de un cambio drástico con respecto a etapas anteriores.
La mujer se inmiscuye aquí, de forma tímida, en el uso de las calzas como prenda íntima, ligadas por aquel entonces exclusivamente al uso masculino. Surge entonces la condena de Juana de Arco, idealista e incluso defensora visionaria de la igualdad de géneros que se lanza en la lucha contra los ingleses armada de “masculino ropaje”…es éste uno de los cargos que la llevaron a la hoguera al finalizar el s. XV… “La dicha Juana se ha puesto a llevar calzones…”
Durante el Renacimiento, el objeto más admirado del vestuario femenino eran las mangas, estrechas y bordadas, que tenían que descoserse diariamente una vez puesto el traje, no estaba permitido mostrar los brazos, tanto es así que, en los torneos, los caballeros se jugaban las mangas de sus señoras como símbolo de todos sus favores. Si coserse y descoserse las mangas a diario parece un gesto horriblemente molesto, aún me lo parece más el hecho de que tu caballero se juegue tus últimos favores y que estos los represente una triste manga, por muy bordada que esté.
Por si con esto no fuera suficiente, es en el Renacimiento cuando aparece el “cartón de pecho”, antecesor del corsé… A finales del siglo XV, el escote en los vestidos se hizo en forma de V hasta la cintura, todo esto acompañado de una pieza rígida de tejido colocada para tapar el pecho, llamada tassel. Es en esta etapa cuando se inventa el verdugado (lo impone la esposa de Enrique IV de Castilla para procurar la ocultación de sus embarazos, ya que su marido era estéril). El verdugado, en sus diferentes variaciones (reducido en España; de tambor, muy popular en Francia; y de campana) provocaba un especial balanceo en las faldas femeninas, cosa que además acentuaban con los tacones.
En cuanto al calzado, lo último eran los chapines; los llevaban las mujeres pudientes, las cortesanas y las prostitutas y son considerados hoy en día uno de los primeros caprichos de la moda. Alzaban el pie del suelo y hacían complicado el hecho de caminar.
“La dama se acerco a la reja poco rato después,
vestida como las españolas de cien años ha.
Llevaba chapines, que son una especie de sandalia
que no aguanta mucho el pie y con los cuáles
no es posible andar sin la ayuda de otra persona.
Sostenían a la condesa las dos hijas del marqués de…”
Viaje por España en 1679 y 1680. CONDESA DE AULNOY
Pero, mencionaré también los progresos realizados: Es en este período cuando, Catalina de Medicis fue una de las primeras, algunas mujeres comienzan a utilizar calzones como prenda íntima. En un principio, proporcionaban la libertad de realizar ciertas actividades (como montar a caballo) sin el temor de, en un descuido, mostrar las rodillas. Pero no sólo las rodillas…
Las caídas femeninas eran motivo de jolgorio entre los caballeros quienes las aprovechaban para echar un vistazo a los cuerpos antes ocultos de las damas… se utilizaban estas caídas para los motivos de las tapas de las tabaqueras con inscripciones como: “entre dos fuegos” o “Las llamas del fuego queman menos que los fuegos ardientes de vuestros dos amorosos mapamundis”
“Una señorita de 18 años, sirvienta, viajaba en compañía de su señora, cuando, queriendo franquear un obstáculo, cayó cuan larga era sobre su caballo quedando al descubierto ante la amable compañía todas sus partes secretas: vientre, piernas y nalgas.
Viendo esto, un joven noble y rico acudió presto a ayudarla, prendado como estaba de sus bellas y blancas partes. Confesóle su amor, y ella, astuta, no le prometió nada hasta que solemnemente se hubiera casado con ella.. Lo que el joven aceptó de buen grado. De esto hace ya veinte años. Ella sigue conservando limpias y hermosas aquellas partes que le enamoraron. El la ama más que nunca.”
LYON, 1664. LOUYS GUYON
Años más tarde, el mencionado verdugado va desembocando en el guardainfante, que se cree proviene del término “guardián de la virtud”. Su uso se correspondía con el del corsé y, juntos, creaban esa sensación de esbeltez desmesurada en el talle. Tras este aparece el miriñaque, que se seguirá utilizando hasta bien entrado el siglo XIX.
En 1728, un teólogo denuncia: “es intolerable el uso de miriñaques, nada más opuesto al pudor, a la modestia y a las buenas costumbres”,“La hinchazón de los vestidos trae consigo la idea de desnudez, la atención que provoca origina malos pensamientos y reflexiones obscenas”.
Otras opiniones los califican de: “seductores cebos que tienen el poder de incitar al pecado a los desdichados hombres”
Ciertamente, cada prenda que se presente sobre el cuerpo femenino podría ser tachada de causar la idea de desnudez ya que los conceptos vestida-desnuda están ligados en el imaginario. Pero, ¿acaso toda mujer es culpable conscientemente de provocar malos pensamientos u obscenas reflexiones en un hombre o, por el contrario, es el hombre el que está predispuesto a ellos? ¿No es inherente a la raza humana el deseo sexual? Por qué culpar a la mujer solamente, y por qué obligarla a vivir y vestir al límite entre el decoro y la moda, vestirse marcando pero sin marcar, resaltar la silueta femenina como exige el gusto de la época pero sin caer en la provocación de tentaciones ajenas.
En la misma línea, es en el siglo XVIII cuando, podemos decir, surge el corsé. Tiene dos explicaciones, una moral y otra estética. El origen moral está claro, los primitivos corsés borraban prácticamente el pecho femenino, lo cual se supone merma el deseo sexual que las mujeres pudieran provocar en los hombres. El lado estético podría ser debido a los cánones que se repiten, si en una época se muestra más la sexualidad, en la que le siga intentará ocultarse y a la inversa. Desde el Renacimiento hasta finales del siglo XIX, la moda femenina exige la definición estricta de la silueta femenina estrechando la cintura y acentuando la curva de las caderas.
Es por todos conocido el daño que un corsé, sobre todo los más desarrollados, puede hacer, no solo en el desarrollo del cuerpo femenino (ya que se les imponían a las niñas sin esperar a que se desarrollaran por completo) sino en las diferentes etapas de la vida femenina:
“De cada 100 chicas que llevan corsé:
25 sufren de enfermedades del pecho,
15 mueren tras el primer alumbramiento,
15 se enferman tras el parto,
15 adquieren deformidades,
30 solamente resisten, aunque, antes o después, se ven atacadas por males más o menos graves.”
Una moda estúpida que la mujer acataba y el hombre admiraba, ya sea por la propia contemplación o por el hecho de poder demostrar a la sociedad su estatus a través del malestar de quien le acompañe. Con esto quiero decir, la mujer era durante estos años un accesorio más en la vida de un hombre, debía demostrar su delicadeza, finura, el poder adquisitivo de su marido…y cuanto más estrecha fuera su cintura, más denotada su palidez e incluso más frecuentes sus desmayos, más atraería miradas y sería considerada apta en la alta sociedad.
“…una mujer en corsé es una mentira, una ficción, pero, para nosotros, esta ficción es mejor que la realidad.”
Eugéne Chapus, 1862 París. Manuel de l´homme et de la femme comme-il-faut
Había opiniones encontradas con el corsé, es decir, ciertas personas se permitían ir más allá de lo estético:
En 1898, un periódico alemán se hacía así eco de los enemigos del corsé: “La primera cosa a combatir de la vestimenta femenina es, por supuesto, el corsé –esta rígida armadura nociva para la salud-, pues comprime el pecho y el talle poniendo también en peligro los pulmones, el hígado y el corazón…también necesitan ser reformados los sombreros femeninos. Los sombreros modernos, enormes, con su peso de plumas, encajes y flores han sido desechados y sustituidos por sombreros delicados de ligeras plumas que pueden ser plegados y guardados en el bolso”
Enciclopédie ilustrée du costume et de la mode, París 1970
Como excepción, un dato curioso que nos aporta un ventaja del uso de corsé: En 1852 un cura dio una puñalada a la reina Isabel II y esta resultó ilesa gracias a la protección de su corsé.
En la época de los últimos borbones, a medida que los hombres simplificaban su vestuario y apariencia, las mujeres hacían lo contrario. Como es lógico, si un hombre deja de demostrar en sí mismo lo que es, lo que puede ser y lo que vale, comenzará a demostrarlo con más ahínco en su mujer. Así, los peinados de las damas se convirtieron en verdaderas florituras móviles. Los peluqueros privados llegaban a las casa y, a veces, ocupaban tres o cuatro horas en peinar a una dama. El más famoso de la época era LÉONARD, confeccionaba verdaderas escenas bucólicas en las cabezas femeninas que, a veces, sufrían 2 y 3 días sin dormir.
Moralistas, filósofos, higienistas y médicos se oponen a los tormentos de peinados, corsés y miriñaques. Todo hasta convertir a la mujer en un ornamento más:
“…el traje de la dama de clase alta y burguesa representaba su posición subordinada, símbolo de su papel como el bien mueble del hombre……la única función de la señora de la casa es a de demostrar la capacidad de su señor para pagar, su poder económico para sacarla por completo de la esfera laboral……un ser servil y se compara su función con la de las sirvientas domésticas……la ropa evidentemente le impedía trabajar y era testimonio de su distancia del trabajo productivo, así como del gasto por placer.”
Otro aspecto a tener en cuenta es el fetichismo que estos grandes trajes provocaban en el género masculino. Hasta 1914 la mujer no muestra públicamente sus tobillos. Nada era más apasionante para un hombre anterior al siglo XX que intuir la curva de un pie, o la forma de un tobillo. Esto favoreció un impresionante fetichismo en torno al pie, el tobillo y las pantorrillas…Tanto fue así que en los burdeles de lujo de la Belle Epoque, en Londres y en París, los clientes tenían derecho a elegir los botines que se pondrían sus partenaires. En fin, quizás la historia quiera también culpar a la mujer de crear un fetiche que, en casos, llega intacto hasta nuestros días y se remonta a la idea de lo oculto. Ya se sabe, es mejor insinuar que enseñar; la historia demuestra que es cierto.
Hemos de prestar una especial mención a una determinada época de la historia del siglo XIX, el vestuario durante el imperio es desconcertante, una desconcertante liberación dentro de unos siglos que nos fueron muy opresivos. Se dice que la precursora de las merveilleuses, reina de la moda en París, fue una madrileña llamada Mme. Tallien. Ellas eran etéreas, delgadas, vestían amplias túnicas de corte griego abiertas en los costados bajo las cuales no utilizaban corsé sino una especie de body semitransparente, llamado zona (por mantener el léxico griego)que, solamente sostenía la base del pecho. Pero, desgraciadamente, esta época dura apenas 20 escasos años.
Tras ella, la mujer de la restauración vuelve a ser esa mujer rellena de formas y estructuras, vuelve a la opresión, vuelve a estar incómoda. Los pasos andados se desandan en un suspiro.













EL DEBATE SOBRE EL PANTALÓN
A partir de 1830, la batalla contra el pantalón será asumida por el clero, debido a tres razones: la mujer en pantalón accede a peligrosas libertades de movimiento; el pantalón no deja de ser una moda extranjera adoptada por la corte napoleónica y, por último porque algunos socialistas utópicos ven en el pantalón femenino un símbolo inequívoco de la añorada emancipación por la que luchan los feministas
Cuando resurge el debate del pantalón no son todas las francesas las que se deciden a usarlo, en Inglaterra se impone fácilmente debido al gusto por el deporte en este País. En América la sufragista Amelia Bloomers impone el uso del mismo llamado haciendo honor a su apellido
En realidad, los primeros pantalones los llevaron las americanas partidarias del movimiento utópico desde la década de 1820 hasta 1860. Comunidades como New Harmony como alternativa al capitalismo industrial que diseñaban sus propios uniformes. Se adoptaron los pantalones por comodidad (según Luck, 1992). Las ideas de Owen poco convencionales sobre el matrimonio como asociación igualitaria entre hombre y mujer propiciaron que se asociase el traje pantalón femenino al libertinaje sexual.
De 1910 a 1914, la moda lanzada por la Maison Paquin vendría a ponerle la vida muy difícil a la mujer. Consistían en unas faldas tubo con las que no podía caminar, así que debía moverse dando saltitos “con exótico aspecto de cangura” pocas mujeres, sólo las más extravagantes se atreverían con esta moda. El resto se lanzarían a acortar las faldas, dejando ver primero el tobillo y se detendrían finalmente en la pantorrilla. Se instaura la pasión por las medias.
En 1912, vía América, se mostraban en los escaparates de las lencerías los primeros sujetadores de la historia, confeccionados en algodón, hilo o seda, cuyo uso acabaría definitivamente con la tiranía del corsé.
Coco Chanel declaraba acerca de las mujeres en las etapas anteriores: “Todas aquellas mujeres iban mal vestidas, embutidas en fajas…que hacían resaltar su talle, con la figura tan apretada que parecía que iban a partirse por la mitad. Cargadas de adornos, las actrices y las cocottes eran quienes marcaban la moda, y las pobres damas del gran mundo las seguían con pájaros en los cabellos, postizos por todas partes y con vestidos que se arrastraban por el suelo para recoger el fango.”
En 1925, se muestran por primera vez las rodillas.
Sin corsé, ¿dónde se sujetarían las medias? Se inventa el liguero. He aquí el siguiente objeto fetiche, después por supuesto de los zapatos y pies, tobillo…
“Si. La mujer que se anuncia en los años veinte recuerda ya la figura humana. Ha recobrado movimientos humanos. Es, por fin, un ser humano.”
En la revista CHIC, en Octubre de 1932 el editorial hace un llamamiento muy interesante al género femenino: “…hace algunas temporadas comenzó a tomar unas actitudes un tanto inquietantes: vistiendo como hombres, fumando, lanzándose a los empleos burocráticos y estilizando sus formas, haciendo recto lo que siempre fue curvo, nos alarmaba ya a los adoradores de la estética femenina.Y no tiene la mujer derecho a desfigurarse, a contradecir sus naturales perfiles.No. Porque ofende a la naturaleza y porque ofende al hombre.La mujer no es propietaria de su cuerpo……De modo que, al escatimar sus senos de nuestra vista, nos merman a nosotros un derecho……Lucid los senos, ricas.”
¿Ofende al hombre? Sin comentarios. La mujer comienza a equipararse al hombre, muy lentamente y gracias (o desgracias) al transcurso de la guerra que hace que la mayoría de las mujeres tengan que introducirse en la vida laboral. Pero claro, nunca sopla a gusto de todos.
Así, las formas de afrontar la posguerra son diferentes entre la primera y segunda guerra mundial. Tras la segunda se retoma una estética, digamos, más femenina. Resurgen los corsés, aunque no tan opresores como los de antaño que potencian una figura en forma de Y o de A.
“Teníamos detrás de nosotros un pasado de guerra, de uniformes y de mujeres de los ejércitos con amplios hombros de boxeador. He diseñado a mujeres que semejan flores, con hombros ligeramente caídos, senos redondeados, talles delgados como juncos y faldas que se abren como pétalos en flor.”
Dior en su libro Je suis couturier
YA SE ACABA, tranqui que vienen las conclusiones (aquí mi yo del presente) … La historia de la moda, refleja un recorrido por la historia de la represión femenina y de cómo, cuando surgía una nueva moda que intentaba liberarnos minimamente, ésta recibía críticas por parte de los moralistas. Estas críticas iban siempre ligadas a la provocación de deseo por parte de la mujer.
Reflexionando, esas mismas críticas son las que, aun hoy, se le siguen imponiendo a cualquier mujer. En cuanto a moda, parece ser que es necesario encontrar el equilibrio perfecto entre femineidad y sensualidad, evitando bajo cualquier medio caer en la sexualidad. Tema este aún tabú para la mujer.
En fin, ser mujer y vestirse es cosa complicada, aun hoy seguimos atadas a prendas que no nos son cómodas pero nos favorecen, que odiamos pero resultan atractivas y/o sexys…
“La pasión del fetichista por el liguero o el zapato podría interpretarse entonces como un deseo de retorno a un territorio perdido, como una nostalgia proustiana, en la que la magdalena es sustituida por la media negra con costura, y el olor por el tacto o roce de un tejido sedoso. Contribuiría a esta tesis el enorme aumento del censo de travestís heterosexuales según Kinsey y sexólogos actuales lo que vendría a significar que lo hombres, en períodos en que parece debilitarse la puesta en escena de lo femenino, asumen el sacerdocio de salvaguardar la femineidad, reteniéndola hasta que el mujerío vuelva a aposentarse en ella como ya lo hizo en otras épocas.”
Luís G. Berlanga (PRÓLOGO)
Como ejemplo del razonamiento anterior, el surrealista Pierre Moliner, confeccionaba muñecas y las vestía con las más eróticas prendas íntimas, además se travestía y posaba en magníficas fotografías vestido con ligueros, medias negras, corpiños y minúsculos slips.
¿Así de importante es el papel de la mujer en la sociedad? De nuestro comportamiento dependería el comportamiento masculino. Lo que si está claro es que si queremos vivir en igualdad, y ser tratadas como tales, deberíamos plantearnos por qué y cómo nos comportamos. La mujer sigue vistiendo de cara al hombre, relacionamos lo sexy con esas cosas que ellos asocian con el fetiche y, aun no gustándonos o siendo incómodas o imponibles, nos esforzamos porque al final lo que queremos es gustar al otro. Gustar, seducir, ser aceptadas…y para ello nos acemos auténticas salvajadas:
“Ahora se ha maquillado el machismo y existe el neomachismo. En España no existe la ablación, pero las mujeres se llenan de cicatrices, someten a su cuerpo a un concepto de la estética y la belleza que no deciden ellas y que responde a un canon establecido, a un canon masculino”.
Cristina del Valle. Cantante y miembro de la Plataforma de Mujeres Artistas
La sociedad envía a las mujeres un mensaje claro en el que destaca que lo valioso es su físico y potencia la imagen de la mujer como un símbolo sexual. Aparece constantemente en medios de comunicación como un objeto de consumo que ha de preservar su aspecto físico para agradar al hombre.
Brevemente concluyo, la mujer debe reflexionar y seguir vistiéndose como le venga en gana, para agradar a otro o a sí misma. Pero siempre siendo consciente de lo que hace, de por qué lo hace y de que muchas mujeres en el mundo han luchado para cambiar las cosas, no demos pasos atrás.
Para quien pueda interesarle: Bibliografía
Historia de la moda. Desde Egipto hasta nuestros días. Bronwyn Cosgrave. GG moda
Tha complete costume history. Auguste Racinet. TASCHEN
Vistiendo la Época. Paul Poiret. PARSIFAL EDICIONES
Nostálgicos de aristocracia. Oscar Scopa. Del Taller de Mario Muchnik
Décadas de MODA. Harriet Worsley. GETTY IMAGES
El traje, imagen del hombre. Ivonne Deslanddres. TUSQUETS
MODA. Una historia desde el siglo XVIII al siglo XX. TASCHEN
Piel de ángel. Historias de la ropa interior femenina. Lola Gavarrón. TUSQUETS
EL CUERPO Y LA MODA. “Una visión sociológica”_ Joanne Entwistle. Paidós Contextos
Y colorín colorado, mi primer post CON CHICHA se ha acabado. Me cuentas qué tal???
Si hay algún tema del que quieras que hable… soy toda oídos!!!
Gracias por leer mi “chapa” si has llegado hasta aquí
Inés